Jaguar-Land Rover atraviesa una de las crisis más severas de su historia reciente, tras un ciberataque de gran envergadura que ha obligado a detener la actividad en varias de sus fábricas. El impacto ha sido inmediato: líneas de montaje paralizadas, interrupción de las operaciones comerciales y una pérdida económica que ya supera los 1.170 millones de euros. La magnitud del incidente ha afectado a instalaciones clave en Reino Unido, Eslovaquia e India, comprometiendo tanto la producción como la gestión logística y comercial de la compañía.

El ataque ha desactivado los sistemas informáticos que controlan la planificación, ensamblaje, ventas y relaciones con proveedores. Esto ha impedido no solo la fabricación de vehículos —que habitualmente ronda el millar de unidades diarias—, sino tambi

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