Siendo honestos, sólo desde la fe más absoluta se podía pensar que el Atlético sería capaz de sacar algo positivo de Anfield Road habida cuenta de las circunstancias en las que llegaba al partido, cargado de lesiones y con una sola victoria en cuatro jornadas de Liga. Ésta era la crónica de una derrota anunciada, pero nadie podía pensar que sería tan cruel y tan injusta porque se pasó del  2-0 a los seis minutos al 2-2 a los 81  y acabó con el 3-2 a los 92. Éste es un resultado de los que duelen porque el esfuerzo quedó en nada, pero por lo menos sirve para demostrar que la recuperación del equipo, más allá del resultado, parece un hecho.

El 1-0 a los cuatro minutos fue un caso de mala fortuna porque el saque de falta de Salah tropezó en el pie de Robertson y se marchó al lado contrario al que estaba Oblak, pero en el origen de la jugada quedó marcado Lengle t, que no tuvo otro recurso que la zancadilla para frenar a Gravenberch. El centrocampista holandés fue una pesadilla para el Atlético y para el central francés, que dos minutos después volvió a salir en la foto, esta vez ante Salah, que se metió entre Galán y él para marcar a placer el 2-0 .

La noche apuntaba a debacle histórica, pero por suerte para los de Sim eone el Liverpool se dio por satisfecho y rebajó la intensidad de la presión para entregarle el balón a su rival y buscarle al contragolpe. El partido cayó en picado durante mucho rato porque ninguno de los atacantes rojiblancos fue capaz de disparar una sola vez entre los tres palos y porque en el otro bando a Wirtz se le nota la falta de acople y Isak aún no está bien físicamente.

El partido apuntaba al 2-0 al descanso después de que el VAR rectificara al árbitro , que había señalado un penalti inexistente de Lenglet . Simeone respiró aliviado y llamó a su lado a Koke para darle órdenes de cara a la segunda parte, pero cuando el primer tiempo parecía agotado, sin que hubiera el menor indicio de peligro, el Atlético se sacó un conejo de la chistera tras una combinación de Raspadori con Llorente que resolvió el madrileño con un tiro raso al que no llegó Allisson. Tercer gol de Marcos en su estadio fetiche y una brizna de esperanza para su equipo, que enfiló el camino de los vestuarios con un resultado que todos hubieran firmado al paso por el minuto seis.

El partido le dio una segunda oportunidad al equipo y le lanzó una advertencia al Liverpool, que no esperaba turbulencias en su trayecto hacia los tres primeros puntos del grupo, pero se encontró de repente en un territorio inexplorado cuando en el arranque del segundo tiempo Raspadori obligó a Allison a intervenir . No fue una gran oportunidad, pero sí una advertencia.

No pudo repetir suerte el italiano, que se marchó acto seguido al vestuario para que entrara Koke . Luego aparecieron Nahuel Molina y Sorloth mientras abajo, en el césped, el juego estaba cada vez más igualado. El Liverpol seguía anclado atrás para buscar el contragolpe y el Atlético poco a poco iba incrementado su índice de posesión aunque, para su desgracia, sin que eso se tradujera en ocasiones de peligro .

Salah estuvo a punto de apagar las luces de la fe rojiblanca en un mano a mano ante Oblak pero su zurdazo se estrelló con violencia en la base del poste abortando el 3-1. Respondió más tarde Llorente con una jugada individual prodigiosa que acabó con un disparo que se fue alto por poco. Fue el presagio del s egundo momento de gloria del madrileño, que a los 80 minutos recogió un rechace y soltó una volea que, tras tropezar en Van Dijk , superó por arriba a Allison y se convirtió en el gol del empate, celebrado por supuesto en el banquillo como si fuera un título.

El Liverpool tiró de jerarquía para acosar al Atlético en los últimos minutos del partido. Todo parecía controlado, pero quedaba un trago amargo que absorber. En pleno descuento un córner botado desde la derecha lo cabeceó impecable Van Dijk a un lugar imposible para Oblak . Era el 3-2, un castigo cruel e injusto que provocó una respuesta visceral en Simeone, que se marchó a por alguien de la grada. Al Cholo le costó la tarjeta roja , pero eso ya era anecdótico porque el resultado, por desgracia, ya era inamovible.