
Como es habitual en estas fechas, el INE acaba de publicar la revisión de las cuentas nacionales. En los dos últimos años los cambios en las series macroeconómicas han sido importantes, de forma que han dado lugar a un mayor crecimiento del PIB tras la crisis de la pandemia. En esta ocasión, la revisión del PIB ha sido menor, incrementándose los niveles en un 0,2 por ciento. También se ha modificado ligeramente las tasas de crecimiento en los últimos años. La serie revisada ahora indica que el crecimiento en 2022 y 2024 fue, respectivamente, dos décimas y tres décimas superior a lo estimado antes, mientras que el incremento en 2023 se reduce en dos décimas.
Lo relevante no ocurre, sin embargo, en las cifras agregadas del PIB, sino en uno de los componentes más importantes como es la inversión en capital fijo. Esta partida ha experimentado una notable revisión, como se observa en el gráfico adjunto. En la serie anterior, la inversión se derrumbó en 2020 y, aunque posteriormente inició una lenta recuperación, en 2024 apenas había logrado alcanzar los niveles registrados en 2019. Visto de otra manera, la inversión había evolucionado peor que el PIB y que otras partidas del gasto como son el consumo de los hogares y del sector público. En cambio, con la nueva serie publicada ahora, la inversión real –es decir, descontando el efecto de la inflación– se revisa de forma notable para todos los años y termina situándose más de 6,5 puntos por encima de la estimación anterior.
Este cambio no es un tema menor y de alguna manera resuelve un misterio que habían destacado distintos analistas y medios. La debilidad de la inversión resultaba paradójica en un contexto de fuerte crecimiento económico y, más aún, si se tiene en cuenta la llegada de los fondos europeos NextGeneration. El Banco de España y la AIREF analizaron esta cuestión y apuntaban a que la incertidumbre política, el incremento de los tipos de interés y el cambio estructural podían estar desincentivando la inversión. En términos similares se expresaba Rafael Domenech , de BBVA Research, que interpretaba la “inversión insuficiente” como un reto que requiere de “un marco institucional y regulatorio más estable, eficiente y favorable a la inversión”. Los datos publicados hoy revelan un panorama menos pesimista y sugieren que ni la incertidumbre ha tenido un impacto tan pronunciado ni las políticas públicas han estado tan mal orientadas.
Las razones de este aumento en la inversión responden a dos factores. Por un lado, el INE ha revisado a la baja el valor de determinadas partidas —como el aumento de los inventarios— y ha incrementado el gasto en infraestructuras y en activos intangibles (que incluye la adquisición de software, bases de datos y gasto en I+D). Por otro lado, un cambio en los índices de precios de los activos adquiridos indica que, en términos reales, el mismo flujo de inversión se traduce en un mayor incremento de la actividad inversora real. El efecto se deja notar en estas dos partidas, como se indica en el gráfico.
El incremento de la inversión en activos intangibles resulta especialmente significativo, ya que tradicionalmente se ha señalado en este ámbito el atraso relativo de España respecto a las economías más avanzadas . Con las nuevas cifras, en 2024 se ha alcanzado un hito relevante: la inversión en intangibles representa ya el 4 % del PIB y se sitúa en la media de los países de la zona euro, si bien persiste una brecha considerable respecto a otras economías, como los países nórdicos, Estados Unidos o Corea del Sur.
Los datos publicados este viernes confirman la buena marcha de la economía española en los últimos años y, de hecho, bien se puede argumentar que el crecimiento ha estado más equilibrado entre las diversas partidas del gasto. Sin embargo, quedan otras muchas incógnitas por resolver referidas al reparto de la renta entre el trabajo y el capital, o sobre la evolución de la productividad. En una próxima entrega analizaremos los retos pendientes de las cuentas nacionales.