Es septiembre y volvemos a la universidad. Vuelven los cafés de primera hora, los apuntes, los portátiles y la pestaña del navegador con el ChatGPT. Este es el tercer curso académico con chatbots de IA generativa disponibles para todos y la pregunta ya no es si la IA debe entrar en el aula –es evidente que ya está ahí– sino cómo aprendemos y enseñamos en este nuevo escenario.
La universidad vive entre sombras y karaokes. Sombras, porque el uso de la IA es masivo pero a menudo invisible, oculto al profesorado e impermeable a reglamentos. Y karaokes, porque parte de la evaluación se basa todavía en trabajos escritos que una máquina puede imitar perfectamente. Estamos haciendo cantar al alumnado éxitos de cuando éramos jóvenes y encima en un escenario mal iluminado.
Cuando los primeros chat