Nada mejor que una toalla suave, esponjosa y absorbente, que seque hasta la última gota de agua. Pero para cumplir bien ese rol necesita mantener su textura.
Una toalla con fibras abiertas y flexibles retiene más agua. Si pierde esa textura, se vuelve rígida y deja de secar bien. Y la suavidad evita la fricción excesiva en la piel.
Cuando se usan productos inadecuados, como el suavizante, las fibras de algodón se recubren con una película que reduce la capacidad de absorción. Por eso conservar la textura original de la toalla no es solo cuestión de “que se sienta linda al tacto”, sino de mantener su eficacia y prolongar su vida útil.
La clave está en las etiquetas
En las etiquetas de las prendas se esconden instrucciones básicas de cuidado que casi nadie lee y que, sin embargo, pueden