Antes el ciclo era conocido: aparecía un síntoma, la gente corría a Google , encontraba catástrofes imaginarias y llegaba al consultorio con la cabeza llena de disparates. El médico escuchaba, sonreía con suficiencia y volvía a explicar lo básico. Ese guión se terminó. Hoy existe otro actor: la inteligencia artificial (IA), esta ya no entrega páginas desordenadas como un buscador, sino respuestas estructuradas, comparativas y cada vez más exactas. El resultado es que el paciente puede llegar a la consulta con un sólido mapa.

La pregunta es en qué momento usar IA. Una estrategia es antes de la consulta, se le cuenta a ChatGPT, con lenguaje natural, todo lo relevante: síntomas, antecedentes, medicamentos. El truco está en el prompting: cuanto mejor se formule, más clara y útil ser

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