La belleza puede parecer única vista de lejos, porque la distancia difumina los matices, la memoria entremezcla los recuerdos y el tiempo dulcifica las sensaciones. Es cierto que nuestro corazón alberga entre sus recovecos un anhelo de encontrarse con lo bello, y que ese anhelo conduce, con cada sístole y cada diástole, a una búsqueda, generalmente inconsciente, de situaciones, momentos y lugares, cuya única coincidencia es el gozo estético que nos producen.
Quizás por ello los filósofos y los pensadores han reflexionado sobre la capacidad de la belleza de hacernos mejores. Comparto parcialmente esa reflexión porque veo como incide en mi mente y en mi corazón. Pero algo me dice que no es suficiente para explicar cómo actúa la belleza en la generalidad del devenir humano.
Hace ya tiempo v