Don Algón, salaz ejecutivo, gustaba de hacerse acompañar por damiselas más jóvenes que él. Invitó a cenar a una y le dijo: “Estoy consciente, señorita Dulcibel, de que carezco de sex appeal. Pero quiero que sepa que tengo bastante cheque appeal”.
Timidio, empleado de oficina, se sintió mal en el trabajo y buscó a su jefe a fin de obtener su autorización para irse a su casa. La secretaria le informó que el señor había salido. Así, Timidio se fue sin permiso. Ya después le explicaría al jefe aquella ausencia. Cuál no sería su sorpresa —frase inédita— cuando al llegar a su casa sorprendió a su esposa en brazos del tal jefe. Antes de que Timidio pudiera articular palabra le dijo alegremente la señora: “¡Ándale, Tim! ¡Aprovecha para pedirle un aumento de sueldo!”.
Hay elogios fúnebres poco el