Como padres y madres, hacemos a menudo promesas que sabemos, seremos incapaces de cumplir : “Nunca te pasará nada malo”, “No voy a dejar que sufras”... Y lo sabemos de forma inequívoca. Pero aun así lo hacemos. Cuando mi hija pequeña tenía 5 años le prometí que de mayor podría viajar a Marte. Obviamente, es un objetivo muy lejano y probablemente irrealizable. Y, pese a ello, lo prometí. Pero con los viajes a la Luna es distinto. Por varios motivos.
Lejos de la demagogia simplista de “para qué ir a la Luna con los problemas que hay en la Tierra”, hay una realidad muy fácil de desarmar. Lógicamente, volver a suelo selenita es caro. Muy caro. Y ese dinero se podría usar con otros objetivos. Pero…
El argumento del dinero se desmonta fácilmente. El para el año fiscal 2024, fue de casi 25