La repentina muerte de Nicolás Ávila Venegas conmovió profundamente a quienes lo conocieron. El exfuncionario, de apenas 34 años, había estudiado en varias de las más prestigiosas universidades del mundo, había ejercido importantes cargos en el sector público y en el servicio diplomático, y había pasado un tiempo como comentarista en diferentes medios de comunicación.
Su deceso, en extrañas circunstancias, en el norte de Bogotá, generó una ola de mensajes de solidaridad de personalidades políticas y del mundo judicial, que exaltaban su jovialidad, su amistad y su compromiso con muchas de las causas en las que trabajo, una de ellas, el proceso de paz.
En un inicio, se conoció que el cuerpo de Ávila había aparecido sin vida cerca a un prestigioso hotel en el barrio La Cabrera, en la call