En lo profundo del valle de Liébana, donde las montañas dibujan perfiles caprichosos y los ríos atraviesan desfiladeros con la paciencia de los siglos, se alza el pequeño y silencioso pueblo de Lebeña . Este rincón de Cantabria, enclavado entre los riscos del Parque Nacional de los Picos de Europa, guarda entre sus calles empedradas uno de los tesoros más antiguos, insólitos y mejor conservados del arte medieval español: la iglesia de Santa María de Lebeña .

Lejos de las rutas masificadas y ajena a las prisas del viajero moderno, Lebeña invita a detenerse, a observar sin premura y a sentir cómo la historia se cuela entre la piedra y el silencio. Es un lugar donde la espiritualidad no ha sido reemplazada por la postal, y donde el tiempo parece haberse plegado alrededor de un templo que resiste desde hace más de mil años.

Un templo milenario entre montañas

Construida hacia el año 925, Santa María de Lebeña es una de las iglesias mozárabes más relevantes del norte de España , y la más destacada de Cantabria. Su arquitectura responde a los cánones estéticos y simbólicos del arte de repoblación, un estilo que recoge influencias visigodas, asturianas e islámicas, fusionadas en una síntesis única de formas y espiritualidad.

Su planta muestra tres naves separadas por columnas con capiteles vegetales, ábsides en forma de herradura y un arco triunfal enmarcado por un alfiz que recuerda, sin disimulo, la herencia andalusí que impregnó el norte peninsular durante el siglo X. Esta coherencia formal sugiere que fue construida de una sola vez, bajo el mecenazgo de los condes Alfonso y Justa, y no en etapas sucesivas, como ocurre con tantos templos medievales.

Pero más allá de su valor arquitectónico, lo que hace de Lebeña un lugar extraordinario es su atmósfera contenida , casi secreta, su capacidad para transportar al visitante a un tiempo en el que la piedra hablaba en silencio y la espiritualidad se encontraba en el gesto humilde de la construcción.

El eco de una leyenda

Toda iglesia milenaria guarda una historia. En el caso de Lebeña, esta adopta forma de leyenda y está recogida en un manuscrito del Cartulario del Monasterio de Santo Toribio de Liébana . Según el texto, los condes Alfonso y Justa, promotores del templo, ordenaron el traslado de las reliquias de Santo Toribio hasta la iglesia de Santa María. Sin embargo, durante el proceso, ambos quedaron ciegos de manera súbita. Solo cuando los restos fueron devueltos a su lugar original, en el monasterio de Santo Toribio, los condes recuperaron la vista.

Este episodio, lejos de diluirse en el tiempo, ha permanecido vivo en la memoria colectiva de la comarca, alimentando el carácter casi místico de un lugar que no solo se contempla, sino que se escucha.

Naturaleza sagrada: la única Reserva de la Biosfera de Cantabria

Rodeada de bosques de robles y encinas centenarios, Lebeña está situada en el entorno de la única Reserva de la Biosfera de Cantabria , dentro del Parque Nacional de los Picos de Europa. Desde el mismo pueblo parten senderos que se adentran en la espesura o ascienden a miradores naturales como el del desfiladero de La Hermida, desde donde se obtienen algunas de las panorámicas más espectaculares de la región.

La carretera que conecta el valle de Liébana con la costa recorre, serpenteando junto al río Deva, una de las rutas más bellas del norte peninsular. A cada curva se abre un nuevo paisaje, una nueva historia esculpida por el agua y el viento a lo largo de milenios.

Cultura, tradición y cocina de raíz

Lebeña no es solo arquitectura e historia: es también la esencia de una tierra que ha sabido conservar sus costumbres, su cocina y su forma de vivir . En las casas de comida del valle, aún se preparan platos que cuentan historias: el cocido lebaniego, contundente y sabroso; los quesucos de leche cruda, curados con paciencia en cuevas naturales; y los dulces elaborados con miel local, que remiten a un mundo agrícola desaparecido pero presente en cada sabor.

En primavera, los campos se cubren de cerezos en flor, y el paisaje cobra una belleza efímera que transforma cada paseo en un recuerdo imborrable. En verano, los ríos invitan al baño y los senderos se llenan de caminantes que recorren tramos del Camino Lebaniego , la histórica ruta de peregrinación que conecta con el Camino de Santiago.

Este pequeño pueblo cántabro, escondido en un recodo del valle, no figura en las listas de los destinos más populares. Pero quienes llegan hasta él, atraídos por la promesa de autenticidad y belleza, comprenden que hay lugares que se visitan y otros que se recuerdan. Lebeña pertenece a estos últimos.