
En las noches más oscuras, cuando el viento sopla desde el norte y la espuma del Cantábrico se agita contra los acantilados de Comillas, algunos marineros aseguran haber visto lo imposible: formas que no son humanas, tentáculos que se arrastran por las rocas, y rostros que apenas emergen del agua para luego desaparecer.
No hay documentos oficiales, ni registros científicos, pero el folclore cántabro guarda en sus entrañas marineras historias que sobreviven al paso del tiempo. En Comillas, una de las localidades más emblemáticas del litoral cántabro, todavía se susurran relatos que nacen entre la niebla, el salitre y el miedo ancestral al mar profundo.
Una leyenda que vive en las tabernas
Los más viejos del puerto recuerdan historias de criaturas que se acercan a la costa cuando las tormentas borran la línea del horizonte. “No eran peces, ni tampoco hombres”, dicen algunos, “eran cosas que respiraban distinto”. No hay nombres oficiales, pero la tradición oral les ha dado forma: tentáculos delgados como algas , ojos que flotan en la oscuridad , y manos traslúcidas que se pierden entre las olas.
Comillas, con su aura romántica, su arquitectura modernista y su historia marinera, esconde bajo su belleza una parte oscura y olvidada , contada solo entre quienes todavía creen que el mar no ha dicho su última palabra.
Una comparación inevitable: el misterio del flysch vasco
Del otro lado del litoral cantábrico, el País Vasco también tiene sus propias leyendas de mar. En los acantilados de Zumaia o Deba, donde el flysch revela millones de años de historia geológica , hay quienes hablan de ecos primitivos , sonidos extraños que se escuchan al atardecer, como si algo antiguo y dormido siguiera presente bajo la tierra y el agua. No hay tentáculos, pero sí el peso de lo inmemorial . La diferencia es sutil: en Cantabria, el miedo viene del agua; en el País Vasco, de las piedras .
Un mar que no se deja domesticar
El mar Cantábrico , a menudo más salvaje que el Mediterráneo y menos amable que el Atlántico, es un escenario perfecto para este tipo de mitologías costeras . Frío, impredecible, a veces gris como el plomo y otras veces esmeralda como una promesa falsa, ha sido fuente de vida pero también de muerte.
La costa de Comillas , en concreto, es un enclave natural que mezcla historia, leyenda y una belleza inquietante . Lugares como el Cementerio Modernista , con sus esculturas que parecen mirar al horizonte, o la Playa de los Muertos , llamada así no sin razón, alimentan una imaginería colectiva donde los vivos y los no tanto comparten espacio sin conflicto.
Folclore, identidad y silencio
Puede que nadie haya fotografiado aún a esas criaturas. Puede que no existan. Pero el verdadero valor de estas leyendas no está en su verdad empírica , sino en su poder para conectar a los pueblos con su historia y su mar .
El folclore cántabro , al igual que el vasco, es una reserva emocional y simbólica . Y mientras haya alguien que, al salir del puerto de Comillas al anochecer, mire hacia el agua esperando ver algo más que olas, la leyenda seguirá viva.