La visita de la presidenta Claudia Sheinbaum a Ciudad Juárez se perfila como un evento cargado de simbolismo político, pero también como una prueba de las demandas históricas de una ciudad que no puede permitirse más promesas vacías.

Esta frontera, marcada por la violencia, la desigualdad y la precariedad de servicios urbanos, observa con desconfianza y esperanza cada movimiento del poder central.

No es casualidad que Juárez se haya convertido en el escenario elegido para presentar avances y compromisos; la visibilidad federal puede abrir puertas, pero también deja al descubierto las carencias estructurales que la ciudad arrastra desde hace décadas.

Desde el punto de vista positivo, la visita ofrece oportunidades concretas. Que la presidenta elija Juárez como sede de su informe signific

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