Con el gran apagón que dejó sin electricidad a toda España durante un día quedó claro que es necesario tener dinero en metálico en casa. Esta es una de las conclusiones que lanza el Banco Central Europeo (BCE) en un estudio que ha publicado este miércoles bajo el título Mantenga la calma y lleve efectivo: lecciones sobre el papel único del dinero físico en cuatro crisis , realizado por los investigadores de la institución monetaria Francesca Faella y Alejandro Zamora-Pérez.

“El apagón ibérico puso de relieve el efectivo como un método de pago indispensable cuando fallan las infraestructuras digitales y también como un instrumento importante para la tranquilidad pública, extendiendo su influencia incluso a zonas no directamente afectadas por el shock inicial”, se puede leer en el estudio del BCE.

Además del apagón, los investigadores del BCE también han analizado la demanda de efectivo a lo largo del tiempo en función de distintos tipos de shocks (de salud pública, militares, financieros y de infraestructuras) y de diferente alcance geográfico (zona euro, regional y nacional) en episodios de crisis como la pandemia de COVID-19, la invasión rusa de Ucrania y la crisis de la deuda soberana en Grecia.

Las conclusiones para las otras crisis son también reveladoras. La pandemia de COVID dio muestras de “un acaparamiento preventivo sostenido de efectivo, impulsado por la incertidumbre prolongada durante una emergencia de salud pública”. En el caso de la invasión de Ucrania por Rusia y la guerra posterior ha demostrado que “se dan aumentos rápidos y localizados de la demanda cerca de zonas de conflicto, independientemente del grado de digitalización de los países”. Por último, con la crisis de deuda soberana de Grecia “se registraron picos recurrentes de demanda durante una prolongada turbulencia financiera y tensiones políticas.

“En momentos de gran tensión, dinero físico”

Para todas las crisis, la investigación revela “un patrón consistente: en momentos de gran tensión, el público suele recurrir al dinero físico como reserva de valor fiable y medio de pago resiliente, lo que subraya su papel crucial, más allá de la comodidad de las transacciones cotidianas”.

El efectivo “ofrece una utilidad psicológica y práctica distintiva” y un atractivo “que se ve amplificado por su naturaleza táctil, que proporciona comodidad y control, y su funcionalidad offline, que se vuelve primordial durante las fallas del sistema digital.

“El efectivo ofrece certeza sobre su valor nominal, acceso inmediato y privacidad. La mayor aversión a las pérdidas durante las crisis, sumada a las diversas percepciones individuales de estabilidad, convierte al efectivo en una herramienta para satisfacer la demanda de seguros de liquidez directa de las personas reacias al riesgo”, apuntan en el estudio.

Además, se recuerda que “la tenencia generalizada de efectivo individual genera un beneficio social o una ”externalidad positiva“: una red de liquidez distribuida para la comunidad de la zona euro cuando fallan los sistemas centralizados, una característica que los regímenes exclusivamente digitales no pueden replicar. Esto convierte al efectivo en una especie de seguro social, una protección de bajo coste contra una inestabilidad sistémica grave”.

De esta manera, los investigadores respaldan “el creciente reconocimiento entre las autoridades de que el efectivo es un componente crucial de la preparación nacional ante crisis. Los bancos centrales, los ministerios de finanzas y las agencias de protección civil de varios países recomiendan que los hogares mantengan una reserva de efectivo de varios días para compras esenciales”. Y ponen ejemplos como en Países Bajos, Austria y Finlandia donde se invita a los ciudadanos a tener entre 70 y 100 euros por persona en el hogar o lo suficiente para cubrir necesidades esenciales durante 72 horas (tres días).

El caso del apagón en España

“El papel crucial del efectivo cuando fallan las infraestructuras digitales quedó demostrado durante el reciente apagón en la Península Ibérica del 28 de abril de 2025”, señalan los investigadores.

En el informe se detalla que debido a la interrupción del suministro eléctrico y las telecomunicaciones, los sistemas de pago digitales en toda la península fallaron. El gasto con tarjeta “se desplomó entre un 41% y un 42%”, mientras que el gasto nacional en comercio electrónico “se redujo en torno a un 54%, lo que contribuyó a una caída estimada del 34% en el consumo general español”.

Además, “numerosos terminales de punto de venta, cajeros automáticos (ATM) y monederos electrónicos —incluidas las redes de tarjetas y los servicios P2P (persona a persona) como Bizum— estuvieron prácticamente inoperativos durante horas”. Las estimaciones de pérdidas directas del PIB oscilan “entre 400 y 1.600 millones de euros”.

“Este acontecimiento transformó el efectivo de una opción de pago entre muchas al único medio de pago para muchos de quienes lo tenían o podían acceder a él, ya que los billetes existentes siguieron funcionando perfectamente incluso cuando los sistemas digitales y muchos cajeros automáticos no funcionaban”, añaden.

De esta manera, el informe del BCE apunta a la “doble función del efectivo: método de pago robusto y offline, y también como reserva tangible de valor, durante un grave fallo de infraestructura”. Según datos de una encuesta del BCE de 2024, el 39% de los españoles mantenía reservas de efectivo en casa como medida de precaución. Un día después del apagón hubo un repunte en el dinero que se sacó de los cajeros que refleja “una combinación de un efecto de 'reposición', ya que las personas buscaban reponer sus reservas de efectivo después de usarlas, y un posible aumento de las reservas preventivas”.