CAMPECHE, CAMP. Entre muros de concreto y sueños rotos, la vida se aferra con fragilidad. En el penal de Kobén, dos pequeñas, una de apenas cuatro meses y otra de dos años, dan sus primeros pasos y balbucean palabras en un mundo donde el juego es limitado y la libertad parece un concepto lejano. Este espacio, que suele ser sinónimo de castigo, también se ha convertido en refugio para la infancia más vulnerable.
Javier Herrera Valles, subsecretario del Sistema Penitenciario, Prevención y Reinserción Social, explicó que estas niñas viven acompañadas por sus madres quienes no están solas, reciben talleres, atención médica y psicológica. Un apoyo que continuará para proteger a las infancias, pero también a las internas.
“Las presas tienen hijos, pero por ley solo pueden compartir la celda h