Un estruendo metálico partió el aire y transformó Pearl Harbor en un cementerio flotante donde más de 2.400 soldados perdieron la vida. La brutalidad del ataque japonés convirtió el 7 de diciembre de 1941 en un día grabado a fuego en la memoria colectiva, un instante que abrió la entrada oficial de Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial . Ese recuerdo sangriento, que tantos libros y crónicas han intentado fijar, encontró un testigo en un cuaderno naval que durante décadas permaneció oculto .

Un cuaderno hallado en California devolvió una voz directa de los marineros que vivieron la tragedia

El hallazgo de ese diario de abordo de la Marina estadounidense marcó el inicio de una nueva etapa en el estudio de aquella jornada. El documento reapareció en California, guardado en una caja de segunda mano , y en agosto de 2023 pasó a formar parte del Archivo Nacional estadounidense . Con sus páginas, se recuperó un relato principal de los días previos y posteriores al ataque que alteró para siempre el curso del conflicto mundial.

El consultor Jim Byron explicó que se trataba de uno de los pocos testimonios materiales que sobreviven sobre el ataque . El climatólogo Praveen Teleti subrayó la profesionalidad de los marinos que siguieron escribiendo a pesar de encontrarse rodeados por la guerra . Para ambos, la autenticidad del registro lo convierte en una pieza de enorme valor histórico.

El Archivo Nacional puso a disposición pública más de 500 entradas mecanografiadas, especialmente de la semana del ataque

La publicación digital de las páginas permitió a investigadores y ciudadanos acceder a más de 500 anotaciones manuscritas . El Archivo Nacional presentó copias mecanografiadas de algunos fragmentos, en especial los comprendidos entre el 6 y el 14 de diciembre de 1941. Ese gesto se enmarcó en un esfuerzo más amplio por digitalizar archivos navales de la Segunda Guerra Mundial que ya había movilizado a miles de voluntarios en 2023.

Las notas del diario ofrecían un nivel de detalle excepcional sobre lo ocurrido el 7 de diciembre. A las 6:57 de la mañana, los marinos registraron la detección y hundimiento de un submarino japonés en la entrada de la base. Apenas una hora más tarde, a las 7:55, las bombas y torpedos comenzaron a caer sobre Pearl Harbor y sobre otras instalaciones militares de Oahu. La precisión de esas entradas añadió un testimonio de primera mano a la lista de fuentes disponibles para los historiadores.

Una familia guardó durante décadas el libro sin conocer su valor histórico

Décadas antes de su recuperación, Michael Bonds había custodiado el volumen sin conocer su relevancia . El libro había llegado a sus manos siendo adolescente, cuando su madre se lo entregó tras recogerlo de entre unos desechos en la Base Aérea de Norton . Pasó años guardado en cajas hasta que su prometida, Tracylyn Sharrit , reparó en los sellos que encabezaban cada página con la palabra Pearl Harbor.

El origen de la historia se remonta a la década de 1970, cuando Oretta Kanady , empleada civil en esa base aérea californiana, detectó el libro entre un montón de objetos descartados. Solicitó permiso para conservarlo y con ese gesto involuntario rescató una pieza de la memoria naval . Sin su intervención, el registro probablemente habría terminado destruido.

Las páginas también ofrecieron datos meteorológicos útiles para estudios científicos actuales

La pareja consultó la librería especializada Whitmore Rare Books en Pasadena, donde el responsable sospechó que el cuaderno seguía siendo propiedad del gobierno . Tras contactar con el Archivo Nacional, un agente acudió a recogerlo. Como agradecimiento, los funcionarios entregaron dos camisetas con el logotipo oficial , un detalle que dejó a Bonds con una sensación agridulce, ya que esperaba algo más.

La utilidad del diario superó cualquier expectativa. Además de narrar las horas críticas del ataque, contenía anotaciones meteorológicas realizadas cada cuatro horas que hoy sirven a los científicos para analizar las condiciones climáticas de la época. Gracias a la constancia de los marineros, los investigadores disponen de datos valiosos para sus estudios ochenta años después.

El libro ya no se esconde en un rincón polvoriento y cualquiera puede consultar sus páginas digitalizadas, aunque al leerlas uno casi escucha el rasguño del lápiz que anotaba viento, presión y temperatura mientras estallaban las bombas sobre Hawai.