Escuchar a Donald Trump es fascinante. No tiene problemas en subirse a la tribuna de la Asamblea General de Naciones Unidas (UNGA, en sus siglas en inglés) para cargar contra el multilateralismo. No bromea cuando pone como prueba de la incapacidad de la ONU para asegurar la paz en el mundo, el hecho de que no le adjudicasen la reforma de sus instalaciones en Nueva York en el pasado. Tan pronto se queja de una escalera mecánica rota en el vestíbulo de la sede de Naciones Unidas y un teleprompter defectuoso, como presume de haber acabado con siete guerras en siete meses. «Ni siquiera recibí una llamada telefónica de la ONU ofreciendo ayuda para cerrar los acuerdos». Trump aprovechó su intervención en Naciones Unidas para vender su America First al resto del mundo. Describió las políticas ver
La peligrosa apuesta de Putin con la OTAN

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