“No me des muy fuerte la mano que se me sale una mamella”, le suelta Rosita Amores al periodista, marcando desde el primer momento el terreno en el que se desarrollará la conversación. Una charla que tendrá lugar en un pequeño comercio de la calle de la Puríssima, en Ciutat Vella, y que se verá interrumpida en dos ocasiones por sendos señores no tan mayores que no dudan en acercarse a ella para mostrarle su respeto y admiración. A uno de ellos, italiano, Rosita le pregunta por qué está en València y él le responde que por amor. “És que tira més un pel de figa que una maroma de barco”, le contesta ella, que también tuvo un marido italiano llamado Giovanni que era, precisamente, capitán de barco: “venía a mis actuaciones y le decía delante de todos: tu no te preocupes y prepara el
Rosita Amores, cantimploras registradas

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