En estos días circulan en los medios argumentos que descalifican los femicidios de Brenda, Lara y Morena argumentando que, como las chicas ejercían la prostitución (recordemos que una de ellas era menor de edad, por lo cual habría que hablar de explotación sexual), “por algo les pasó lo que les pasó”, y sembrando un manto de sospecha en torno a su calidad de víctimas.

Por otro lado, hay quienes dudan de que estos homicidios puedan ser calificados como femicidios, con el argumento de que el “componente narco” inhabilita otro tipo de análisis y que el supuesto móvil de robo apunta a otro tipo de motivaciones y por ende encuadres del caso.

Si bien son dos aspectos distintos, nos lleva a preguntarnos en quién pensamos cuando pensamos en una víctima de femicidio.

Parece que cuesta pensar la

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