El “cruce” entre Lula da Silva y Donald Trump , el martes en una “sala” lateral de las Naciones Unidas, parecía apenas un encuentro casual, breve pero muy expresivo. En verdad, no tuvo nada de fortuito. Por el contrario, las diplomacias de Estados Unidos y Brasil habían “negociado” antes el contacto , pero optaron por mantener en secreto las gestiones. Tenían miedo de que la oportunidad fuera desperdiciada por causa de brasileños y americanos opuestos al actual gobierno de Lula.
El éxito de esa cita se debió, en parte, a la acción previa de un grupo de grandes empresarios brasileños que tomó la posta, con la intención de tramitar los medios para recuperar las buenas relaciones entre la Casa Blanca y el Palacio del Planalto. Debían enfrentar a aliados “pro bolsonaristas” que ro