Tengo a la bielorrusa Svetlana Aleksiévich por la mejor escritora viva junto a la estadounidense Marilynne Robinson. Fueron dos rejuvenecedores descubrimientos otoñales. Nada hay más emocionante que descubrir a uno de esos pocos escritores –afortunadamente son muchos, pero pocos en relación con la totalidad– que pasan a formar parte de nosotros como algo propio, cuyos libros se ponen aparte, junto a los más queridos y más nuestros. Por eso cuando leí que Edhasa publicaba Jatyn de Alés Adamóvich (1927-1994), a quien Aleksiévich considera su maestro en el arte nuevo del relato coral que suma la literatura, el periodismo y el memorialismo, prolongando y ensanchado los caminos abiertos por nuestro Chaves Nogales, James Agee o John Hersey, no lo dudé. Y no me arrepentí. Por eso lo recomiendo.
‘Jatyn’, de Adamóvich, una lección

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