Una vez más, la Argentina ha experimentado una situación institucional sumamente complicada, incentivada por los resultados de los últimos comicios bonaerenses.
Producto no sólo de la acción efectiva de la oposición, sino por falencias de la propia conducción nacional.
No tan lejano, el desafiante “comprá campeón”, o hasta el más cercano “venderemos hasta el último dólar” oficiales, no impidieron que, sectores opositores hayan desencadenado un clima de presión desestabilizadora y golpista, en la calle y en el Parlamento, traducido de inmediato en la economía, y que evocó, con pesar el experimentado en el año 2001.
No fue escasa para la generación de este escenario, la propia acción del oficialismo gobernante, lamentablemente acostumbrado a autoinflingirse derrotas, ya sea con el estilo