Los extremos de la política colombiana están felices, mientras crecen en aceptación miradas que hasta hace poco eran entendidas como inaceptables

En varias de las reuniones más recientes con su equipo de trabajo, el presidente Gustavo Petro ha sido claro en una premisa: él y sus funcionarios deben subirle al tono en la recta final de su periodo de mandato constitucional. Lejos de observar acciones que desde el poder promuevan la reconciliación nacional, Colombia ha sido testigo de la creciente radicalización del discurso de un gobierno que llegó al poder con la promesa de construir puentes.

Lo que el presidente no ha entendido con su poco responsable decisión de llamar “nazis” a todos sus contradictores, reivindicar la “guerra a muerte” de Bolívar y llamar a “desenvainar espadas” contr

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