El sol africano se filtraba entre las colinas de Kigali cuando la prueba femenina del Mundial entró en su tramo decisivo. Un circuito áspero, con cuestas que parecían arañar el cielo y tramos de sterrato que recordaban más a un infierno de polvo que a un campeonato del mundo. En medio de ese escenario, entre ataques y contraataques, emergió la figura de Mavi García, la veterana balear que ha hecho de la perseverancia una bandera. Vallieres, por su parte, fue oro y Niamh Fisher-Blac, plata.
La carrera fue una batalla de nervios desde lejos, con fugas que parecían condenadas y valientes que desafiaban el desgaste. España se mostró combativa, primero con Mireia Benito animando la fuga junto a la suiza Noemi Rüegg, después con Ane Santesteban tensando el pelotón. Pero el desenlace a