Cabe preguntarse si la Argentina no está repitiendo, una vez más, el trámite que la conduce de la euforia a la incertidumbre de una crisis. Por un lado, la euforia del outsider que ocupó el espacio público con la firme resolución de mantener a rajatabla el orden fiscal apoyada por un discurso abarrotado de insultos; por el otro, los pronósticos pesimistas en materia económica, unidos a una desconfianza que se realimenta ante circunstancias imprevistas por el propio Gobierno.

Bastó con una derrota contundente en los recientes comicios en la provincia de Buenos Aires para que se disparara la carrera, tantas veces vista, en busca de dólares ante una posible ratificación de esa victoria en las elecciones que tendrán lugar dentro de cuatro semanas.

Obviamente, este descalabro no resultó tan s

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