Con dolores en la espalda, problemas para escuchar, dificultades en uno de sus ojos, Doña Esperanza tiene más de 40 años vendiendo dulces en el primer cuadro de la ciudad donde es conocida por los transeúntes, pero ignorada por programas sociales ante la carencia de una estructura política pública para atender de manera integral a los adultos mayores.

De caminar pausado, con una gorra de beisbolista azul seminueva de los Dodgers de Los Angeles, Doña Esperanza lleva una canasta entretejida de mimbre prácticamente llegan de dulces, paletas, galletas, uno que otro cigarro, bombones, cacahuates y fritangas “que lleno cada semana o cada tres días, de acuerdo como esté la venta”.

Acepta que recibe apoyo del gobierno “de López Obrador”, indica, pero no me alcanza debo salir a vender y lo hago d

See Full Page