Después de un verano marcado por los múltiples incendios en comunidades autónomas del PP, Pedro Sánchez arrancaba el curso agitando dos banderas. La primera fue la de proponer crear una agencia estatal de emergencias —con tufo de recentralización de competencias — ante la mala gestión de las llamas por parte de los populares. Y después, reivindicar una causa que los socialistas perciben que los impulsa demoscópicamente: la condena del genocidio de palestinos por parte de Israel. El inicio del curso, a pesar de todo, no ha dejado de estar atormentado por dos temas que, a medida que avanza la legislatura, se agravan: el chubasco judicial en el entorno del presidente del Gobierno y la debilidad parlamentaria con unos socios cada vez más sublevados.

El día que el máximo líder socialis

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