Imaginen que un presidente extranjero llega a Colombia, toma un megáfono y le dice a nuestra Fuerza Pública que no obedezca las órdenes del presidente de la República. ¿Cómo lo veríamos? ¿Qué sentiríamos como país? Seguramente, una mezcla de indignación y preocupación, porque sería una intromisión clara y directa en nuestra soberanía.

Eso mismo ocurre cuando alguien pretende incitar a los militares de cualquier país a desobedecer a su comandante en jefe. No se trata de un comentario ligero ni de un discurso sin consecuencias. Es, en la práctica, un llamado a romper el orden constitucional.

La fuerza pública, ya sea en Estados Unidos, en Colombia o en cualquier democracia, se sostiene en un principio sagrado: la obediencia a la Constitución y a la cadena de mando. Si cada soldado pudiera

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