Rara avis de un país desmesuradamente narrativo, Amina Cain (EE.UU., 1972) ha suscitado la atención por una escritura que tiende contrariamente al repliegue, la incertidumbre y la disolución.
Con Marguerite Duras y Clarice Lispector como radicales y foráneas referentes, la autora explora intuitivamente situaciones, espacios y estados de ánimo antes que argumentos, borrando cualquier límite entre lo interno y lo externo, lo subjetivo y lo objetivo, la ficción y la reflexión.
Es lo que sucede en los relatos de Criatura, donde sus mujeres solitarias se abandonan a desplazamientos introspectivos por hoteles, bibliotecas o supermercados, apenas rodeadas de seres no menos ingrávidos, como vecinos, amigos, esposos, parejas. Si la vasta ciudad invocada puede asociarse a Los Ángeles, es porque al