Luisa, una mujer que vivía en la calle y que participó durante años en el teatro de “Caídos del Cielo”, me confesó que no se podía vivir sin armario. Sin techo sí, que ella a eso se había acostumbrado, pero que lo de no tener dónde guardar tus cosas sin que te las quiten, es insoportable. Años después de mucho tormento, un hermano bueno se la llevó al pueblo donde él vivía. Luisa, alejada de la tentación, del frío apegado su cuerpecito, del miedo a los malhechores y de la falta de armario, se recuperó de sus adicciones y comenzó a experimentar lo que es ser una persona “normal”. Alguien que va por la calle y mira, alguien al que miran sin temor ni asco, alguien que tiene la llave de un portal. Luisa se compró un móvil y no lo perdió, se apuntó en redes y comenzó a ver cómo se fotografiaban

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