Todos sabemos que Trump es un delincuente condenado por la Corte. Todos sabemos que es racista. Todos sabemos que es homófobo. Todos sabemos que su pensamiento es muy limitado y es un conservador, antivacunas y negacionista del cambio climático. Y, a pesar de que todos conocemos de sobra al personaje, haberlo escuchado hablar ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, en el 80 aniversario de la ONU, fue indignante.
En su alocución no trató de hacer un llamado a la cooperación global para atender los múltiples problemas en el mundo. No, lo que hizo fue mostrar con absoluta crudeza un principio que rige sus actos: «el otro es mi enemigo». Con un tono que mezclaba jactancia y advertencia, Trump dedicó gran parte de su alocución a atacar la inmigración «descontrolada», acusando a la ONU