«El futuro se anuncia en la gramática del presente».
El Estado de México, tras casi un siglo de un priismo depredador que confundió la administración con el usufructo, ha entrado en una fase inédita de su historia política. Morena, más que un partido, opera como movimiento de densidad social y cultural, en el que confluyen la memoria de agravios y la expectativa de justicia. Su consolidación no se explica solo por la aritmética electoral, sino por un reacomodo profundo de las mentalidades colectivas, donde el humanismo mexicano —ese que privilegia a los pobres como sujeto central de la política— ha comenzado a permear la vida cotidiana.
Hablar de una época de oro no es exageración retórica, sino la constatación de que en apenas unos años se alteraron jerarquías que parecían eternas: el v