
Una mujer víctima de violencia de género ha denunciado las múltiples deficiencias del sistema de pulseras telemáticas antimaltrato del Ministerio de Igualdad . Carla —nombre ficticio para preservar su identidad— ha relatado en la redacción de OKDIARIO situaciones kafkianas en las que recibía alertas de proximidad de su agresor mientras éste se encontraba detenido en comisaría. Su testimonio revela un panorama de desprotección que contradice las declaraciones del Gobierno de Pedro Sánchez sobre la eficacia del servicio.
La víctima lleva más de un año portando el dispositivo después de que una juez decidiera imponer la medida cautelar ante los constantes quebrantamientos de la orden de alejamiento . «A mí me lo pusieron a las 18:00 de la tarde y a las 18:40 me estaba pitando», relata sobre el primer día con la pulsera.
El sistema comenzó a fallar desde el primer momento. «Ha llegado a estar más de una hora pitando . Y a mí nadie me ha dicho nada», explica Carla. Cuando contactaba con el centro de control, le daban explicaciones poco convincentes: «Me dijeron que porque va de pasada. Por eso no me llaman. Que puede pasar y estar hasta dos minutos y no pasa nada».
La situación más surrealista se ha repetido en varias ocasiones. «Me han llamado en un mismo día, las tres a las cinco, a las 07:00 , cuando ellos están en contacto con la Policía . Mi agresor está en un calabozo y me están llamando para saber que no saben dónde está porque está separado del dispositivo», denuncia.
La víctima se cuestiona la utilidad del sistema: «¿Si ellos están en contacto con la Policía, cómo no saben que él está en un calabozo?». Esta falta de coordinación ha generado momentos de gran angustia para una mujer que ya vivía bajo la constante amenaza de su ex pareja.
Desprotección real
Carla ha tenido que desarrollar sus propias estrategias de supervivencia. «Me tuve que ir porque ya lo sé, que me tengo que cuidar yo. ¿Pero entonces para qué llevo un dispositivo?», se pregunta. En varias ocasiones, ha sido ella quien se ha alejado para que cesara la alarma, no el agresor.
El trato recibido desde el centro Cometa ha añadido humillación al sufrimiento. «Yo creo que me han llegado hasta a vacilar… A mí cuando me llamaban yo contestarles que es que no me escucháis. Y con tono me decían:. Carla, Carla, bonita, Carla, hija… », relata indignada.
La tecnología también ha mostrado deficiencias técnicas constantes. «A mí me lo han tenido que cambiar ya dos veces porque se queda pillado», explica. Los retrasos en las reparaciones la han dejado en situación de vulnerabilidad durante días.
Durante el gran apagón del 28 de abril de 2025, Carla experimentó el abandono institucional en primera persona. «El día del apagón salieron diciendo que se había contactado con las víctimas, con todas las víctimas. A mí, nadie», denuncia.
Fallos sistémicos
La víctima se ha visto obligada a permanecer recluida en su domicilio durante horas. «Yo me tuve que quedar en mi casa todo ese día porque sabía que no funcionaba», recuerda sobre aquella jornada. Nadie contactó con ella para verificar su estado de seguridad pese a que las autoridades conocían la avería.
El impacto psicológico ha sido devastador. «Más y más ansiedad», responde cuando se le pregunta sobre los efectos del dispositivo en su bienestar. «Hay veces que siento que tengo ganas hasta de que me lo quiten », admite.
Paradójicamente, Carla se sentía más protegida antes de portar la pulsera: «Sí, yo sin estar con pulsera he estado más protegida que con pulsera. He estado más protegid a, más vigilada por policía . Mucho más que ahora».
El sistema Cometa ha estado en el punto de mira desde su implantación. OKDIARIO desveló el escándalo de la pérdida del historial de datos y fallos técnicos que han comprometido la seguridad de las víctimas. El Ministerio de Igualdad ha decidido no prorrogar el contrato actual, reconociendo implícitamente los problemas denunciados.
La tecnología utilizada, de origen chino y diseñada inicialmente para otros usos como la atención a personas dependientes, no habría sido adaptada adecuadamente para la protección contra la violencia machista.
Carla teme que estos fallos puedan afectar al proceso judicial contra su agresor. Su abogada le ha aconsejado denunciar cada incidencia «para que por lo menos conste en comisaría, porque, si no, a lo mejor luego Cometa o lo que sea se pueden lavar las manos».
Su petición al Gobierno es clara: «Sobre todo que controlaran más a los agresores, que los controlaran más, porque creo que están haciendo lo que quieren ». Para ella, la solución es drástica: «Yo creo que estas personas tendrían que estar en prisión. Para mí es lo más seguro para las víctimas».
El caso de Carla evidencia que, a veces, la tecnología prometida como salvavidas puede convertirse en una espada de Damocles que añade tormento al calvario de quienes más protección necesitan.