La Ciudad de Porlamar no solo perdió su identidad como pueblo desde que murieron los personajes más emblemáticos de esta tierra, sino que se hundió en la nada.
De aquella Ciudad Marinera de los techos rojos, con sus boulevares, su Mercado Viejo, su Museo Narváez, su Ronda y su Paseo Guaraguao como lo diseñó un arquitecto que soñó mundos inconclusos.
No había quedado nada de gestiones que solo cargaron sacos para llenar sus arcas en medio de la perversión política de enarbolar las banderas de “pónganme donde hay”.
Esa es la consigna política más utilizada por los habitantes de Porlamar hace medio siglo y donde fariseos de todo pelaje esquilmaron la oveja de pasos gigantes.
A Porlamar pareciera que se la tragaron las chiniguas del juicio final porque no se ve evolución por ningún lado