Por: GERARDO ALDANA GARCÍA

El corazón de un alfarero en el Huila es, ante todo, uno que lentamente se apaga cuando el oficio noble y plástico legado por nuestros ancestros indígenas precolombinos de la zona sur del departamento, padece la amenaza de su desaparición. Un corazón así, con ritmos que, cada década, cada año, se hacen más lentos, palpita, en buena hora, gracias a la dedicación de oficiantes del arte popular que hacen del barro, de la arcilla, ese elemento afín a la naturaleza humana, el instrumento mediante el cual cantan a su entorno las señales del universo y el cosmos que han descubierto para plasmar, en grafismos coloreados en engobes de tantas tonalidades, la forma de su íntimo relacionamiento con la madre natura y sus criaturas.

Tuve la oportunidad, el pasado fin de sema

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