La pobreza estructural tiene consecuencias diversas en la calidad de vida de millones de personas en la Argentina, que no alcanzan a satisfacer sus necesidades básicas en bien de desarrollar una vida saludable en todo sentido.

Es decir, grupos vulnerados sin acceso a servicios esenciales, entre los que se cuentan la educación, la atención de la salud, agua potable, energía eléctrica segura, red de gas natural y, sobre todo, una vivienda digna.

Privaciones por falta de recursos de miles de personas en condiciones de trabajar que perdieron sus empleos y que subsisten en la informalidad laboral, en muchos casos en modo de changas mal pagas.

Pero hay otro análisis que pone el foco de atención sobre una realidad significativamente humanitaria: la menor expectativa de vida de hombres y mujere

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