“Nunca se había visto nada parecido, tanto odio condensado”. Lo escribe Martí Domínguez en Ingrata patria mía (Destino, Proa en catalán), y no es exactamente su opinión, sino la del juez militar presente en la lectura de la sentencia antes de ejecutar, el 24 de mayo de 1941, a Joan B. Peset, valenciano ilustre, médico, profesor y rector de la Universitat de València, pero también diputado por el Frente Popular. Fue el único rector condenado a muerte después de la Guerra Civil.

Como profesor universitario, a Domínguez le impresionó que fueran una docena de compañeros de facultad los que denunciaron a Peset, y aún más su insistencia: tras de una condena a muerte conmutable a treinta años, tres compañeros hicieron reabrir la causa aportando como prueba una conferencia en que defiende la Re

See Full Page