Llamémoslo ritual. Tal vez, “un ejercicio”. Ese sobrevuelo al escenario del British Art Center porteño ante cada nuevo desafío resulta, para él, un “necesario recordar”. Entonces vuelve a verse, con catorce, en un traje de reparto para Enrique III , la inocencia que no quiere despedir y “un fuego” que no supo descifrar. Y es ahí, precisamente de camino hacia el proscenio, que remata la emoción por la que viaja a ese lugar. En primera fila, la Tata y sus continuados; el abuelo y las citas para charlar; sus viejos y la libertad; Milagros y el side by side . Y no habría trip más elocuente para iniciar este encuentro en el que Franco Masini (31) dará cuenta de un propósito mayor que el de ser un buen actor: el de serlo sin perderse de vista.

Casi de visita en el país, tal

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