“Ten cuidado con lo que prometes, puede que tengas que cumplirlo”. El adagio, que se remonta al Eclesiastés, advierte: “Mejor es que no prometas, y no que prometas y no cumplas”.
Pocas frases describen mejor el dilema fiscal que enfrenta hoy México. La consolidación anunciada con fuerza al inicio del sexenio no es solo un tecnicismo contable: es la piedra de toque que definirá si el país preserva su estabilidad o si se expone a un deterioro en la confianza de inversionistas y mercados.
La historia reciente ilustra el problema. En 2024, el último año del gobierno de López Obrador, el déficit en sentido amplio —los Requerimientos Financieros del Sector Público— se disparó a 5.7% del PIB, el mayor del siglo.
El motor de ese salto fue un gasto programable que se expandió 9% real, mientras