Barcelona Con delicadeza, la enfermera le agarra el brazo e inyecta la vía, que en las próximas horas será la puerta de entrada de elementos químicos que hasta hace poco me eran desconocidos: rituximab, ciclofosfamida, doxorrubicina. En los últimos días, manojos de pelo han caído sin tregua, dejando el plato de la ducha entristecido por una despedida de pelo ondulada de una juventud que ahora queda parada. Y, aun así, muchos aún resisten el embate, escondiéndose tras una gorra que será la nueva compañera en los próximos meses.
A nuestro alrededor, algunas caras ya nos son conocidas. La mujer que mira el móvil mientras come chocolatinas; el viejo que espera resignado para volver a casa, como si estuviera esperando el autobús; el señor elegante que lee a Schopenhauer con las piernas cómoda