La lógica satisfacción de los usuarios de la autovía A-22 entre Huesca y Lérida por la apertura del último tramo que quedaba pendiente se ve empañada en muchos casos por el cansancio de esperar siete largos años para que se acabaran estos casi 13 kilómetros entre la capital oscense y Siétamo.
Las frecuentes retenciones -y con ellas la pérdida de tiempo- y la congestión de una carretera nacional que durante años ha hecho el papel de una autovía -y una mayor inseguridad, con numerosos accidentes, alguno de ellos mortal- todavía seguían muy presentes este miércoles en la mayoría de las personas consultadas.
Optimismo por el futuro, pero lastrado por el hartazgo de unos años que se han hecho “muy largos y que nos han hecho sufrir mucho” . Así se pronunciaba Gemma Mendoza, vecina de