La inteligencia artificial no nos está volviendo más inteligentes , sino más cómodos. Y la comodidad, cuando se trata del pensamiento, siempre se paga cara.
Primero fue la calculadora: nos evitaba el esfuerzo de las matemáticas, borrando esa gimnasia mental. Después internet: ya no había que buscar fuentes, todo estaba a un clic. Ahora las máquinas piensan por nosotros. Las respuestas llegan listas, sin dudas, sin proceso. ¿Dónde queda el pensamiento crítico?
Hoy alumnos entregan trabajos generados por ChatGPT sin leerlos. Profesionales firman informes que redactó un algoritmo. Empresas tercerizan la selección de personal en una estadística. En todos los casos, el saldo es el mismo: menos criterio, menos análisis, menos cerebro propio.
La competencia ya no es por la verdad sino por