En el suroccidente de Bogotá el aire que se respira refleja una de las principales deudas ambientales de la ciudad. Aquí habita un tercio de la población de la ciudad y se concentra el 40 por ciento de las emisiones de material particulado fino (PM2.5), una sustancia capaz de penetrar en los pulmones, pasar al torrente sanguíneo y aumentar el riesgo de enfermedades respiratorias y cardiovasculares.

Cada año la contaminación obliga a más de un millón y medio de personas a buscar atención médica por infecciones respiratorias agudas. De ellas, medio millón son niñas y niños menores de cinco años. La calidad del aire se ha convertido en un asunto de salud pública y, al mismo tiempo, de justicia social: las comunidades más expuestas suelen ser también las que enfrentan mayores vulnerabilidades

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