Todas las vidas empiezan antes de nacer: está una madre que repasa la lista de nombres al ir a acostarse, indecisa, o un padre que se imagina el rostro ausente de la criatura que todavía no existe. Está el deseo de muchos años que se marchita en silencio o el ritmo frenético del arrepentimiento que se aferra al corazón. Está la paz que se paga cara tras callar mucho tiempo o una habitación a oscuras que pide ser habitada. Está la espera que tiene que acabar de una vez por todas con esa soledad insoportable o el miedo a una nueva presencia que llegará para desordenarlo todo. Sea como sea, todas las vidas empiezan antes de nacer.
Me habría gustado pensar lo mismo de la mía, pero estoy convencido de que mi cuerpo minúsculo, acurrucado en una esquina oscura del vientre de mi madre, era incapa