Cuando la cita es a primera hora de la tarde, el partido se cuece a fuego lento en Montilivi. Atraídos por el olor de una gran olla, donde se suele cocinar un plato típico catalán en los aledaños, esta vez fideuá, la parroquia del Girona analiza la cruda situación de los blanc-i-vermells en la previa. Entre bocado y bocado y a viva voz, obligados por los altos decibelios de una música más propia de una discoteca, en los corrillos se cuelan las críticas hacia el equipo. Algunos apuntan a Míchel, antaño intocable por sus innegables méritos. Otros culpan a los jugadores. Y hay quien señala más arriba. El pesimismo ganaba por goleada al optimismo antes de medirse con el Valencia . Dos horas después, muchos cambiaron de opinión.
Una vez empezó a rodar el balón, los pequeños brotes verdes d