Cuando el líder guerrillero Yasser Arafat proclamó un Estado Palestino, en 1988, sabía que era un gesto retórico. Carecía de población civil que lo reconociera como autoridad sobre un territorio determinado y, por tanto, no tenía “efectividad”. Lo que buscaba era un impacto político que lo legitimara, para una estrategia más cercana al realismo.
Lo consiguió. Entre los casi 90 países que aprobaron esa proclamación estaban Egipto, Irak, Siria, Líbano, Arabia Saudita y Yemen. Los mismos que, en 1947, habían rechazado la resolución 181 de la Asamblea General de la ONU, que creaba un estado para los judíos y otro para los palestinos. Fue como reconocer una gran chapuza. El mero origen de la nakba filastin (catástrofe palestina).
En cuanto líder de la Organización de Liberación Palestina (OLP