La vida les cambió en un chasquido. Estaban en casa o trabajando en el campo o en un festival de música… De repente, ruido, alarma y milicianos de Hamás. Más de 1.200 ciudadanos israelíes fueron asesinados. Los asaltantes se llevaron secuestradas a 251 personas, incluidos 30 niños. Los rehenes. A partir de ahí, su vida fue otra: unos murieron pronto ejecutados por sus captores o bajo las bombas de su propio ejército. Otros, los que se salvaron, descubrieron el infierno en los túneles de Hamás, enterrados sin morir junto a sus carceleros. A oscuras y sin ningún contacto. Sin saberlo, se convirtieron en una carta clave en la mesa de negociación entre los islamistas y el Gobierno de Benjamín Netanyahu. Cerca de la mitad fueron liberados en intercambios con prisioneros palestinos. Quedan 48 ca

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