El sol golpeaba como un látigo de fuego sobre las cabezas de los conscriptos del Regimiento de Infantería de Monte 29 de Formosa . Era pleno mediodía del 5 de octubre de 1975 y, ante la ausencia de los superiores al mando del cuartel, se disponían a comer un asado dispuesto por el subteniente Jorge Cáceres que, con 21 años, ese día estaba a cargo de la custodia de la instalación militar .
Dentro de las dependencias, el calor abrasador del norte argentino no daba tregua, por eso el militar había ordenado mover su escritorio debajo de un árbol , y a unos metros, preparar el manjar clásico argentino. Sin embargo, afuera el aire era ardiente y pesado.
Nadie lo sabía, ni lo imaginaba, pero la calma dominguera estaba por romperse con un estrépito que quedaría marcado a fuego en la me