José Alberto Gutiérrez se ha dedicado a soñar con las vidas amplias que nunca conoció. Desde llegar con una tractomula a las empinadas y estrechas calles de su barrio hasta montar un museo con los libros antiguos que se encontraba en la basura. A la gente pobre se nos va la vida soñando, persiguiendo planes que no se concretan nunca, pero esa ilimitada capacidad de soñar que ha tenido José Alberto, seguro sea producto de las largas horas que su madre duró leyéndole cuentos a él y a sus cuatro hermanos cuando eran niños.
Aunque vivían en un humilde rancho de madera en el que lo único que abundaba era el hambre, aprendieron a vivir dándole cara a los problemas, haciendo lo que tuvieran que hacer para salir adelante a Albertín, como le dicen sus amigos, apenas siendo un niño con segundo de