Durante años, los vecinos de Carabayllo, Comas, Los Olivos, Independencia y San Martín de Porres vivieron bajo el control invisible del ‘Monstruo’ . Su nombre se susurraba en los mercados, en los paraderos y hasta en los colegios, porque todos sabían quién mandaba. Comerciantes, transportistas y mototaxistas entregaban parte de sus ingresos a cambio de poder trabajar sin ser atacados.

El dominio de la organización se extendía con la complicidad de ciertos agentes policiales. Algunos avisaban de los operativos, otros devolvían armas incautadas o borraban denuncias. En el Cono Norte, la autoridad formal perdió legitimidad. Los vecinos entendieron que la ley real la dictaba el miedo y que cualquier intento de rebelión podía pagarse con la vida.

El sistema del miedo: cupos, castigos

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